Ariadna

los dulces matorrales del mar, la agotadora ceniza del cigarro, Chet Baker y la plomiza carga de una pluma que se asoma de noche porque el día desolador de pisadas arenosas del cuartel, la angustia persistente por una glamurosa boca sin Dios, la abreviatura del adverbio, las olas que el fuego oculta tras la colina del insomnio, Proust, la combinación equilibrada de la otredad, la chusma, el soliloquio abrumador del silencio, la ruta ida, postrimería de la Nada, las leyendas de una voz y los martirios de la soledad, gimnasia de zapatos tenis, uno y dos, igriega, los apuntes, el jazz, la morada indómita de Novalis y esta encrucijada de deseos pretéritos como la palabra amar, la imposibilidad del nado y los cisnes, la ballena, la azucena, la dicha, las matemáticas y el azar, la continua razón que Diógenes regó sobre las piedras pisadas de la vida que llaman vid, la melodía inalcanzable del Pentateuco, la maravilla de tus ojos sobre la arcilla de tus dulzuras cuando la mirada es tu polígonal y antígonal manera de sentarte, sirena, sobre la sal, las imposibles abejas que la mano lanza al amoroso del Santo Grial,

ya vinieron los aqueos, floreces sobre el labio, tu lunar…

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