Zoom

-Te veo, sí, ahora sí. Tienes apagado el micrófono. Ya. Listo. Te veo y escucho…

-Te decía que desde entonces, no sé, algo se me rompió en el esqueleto, o en los músculos. O en las entrañas. ¿Puede ser? No sé. No sé si está bien dicho. Lo cierto es que algo se quebró. La enfermera fue, hasta eso, amable. Nos dejó pasar dizque a despedirnos, pero cuál. Ya no estabas. Sólo pudimos recuperar tu reloj, al que le cambiamos extensible apenas. Ya no hubo color naranja como pediste, así que le pusimos uno negro. Se ve lindo. Se te vería elegante en esos brazos de felpas que tienes, porque supongo que aún los tienes. ¿Me ves? ¿Me escuchas? Bueno, espero que sí. Luego ya sabes. Los papeles y las hipotecas. Fue un lío. Qué desgaste, querido, vivir en este país. Que si esto, que si lo otro. Y yo con los niños, sola. Tu familia, formidable. La mía llegó a los pocos días. Todos generosos, amor, todos. La verdad es que no hubiera sabido cómo; menos después de. A otros les fue peor. Mucho peor. Contigo, hasta eso, las cosas caminaron. Bah, lo sé. Es absurdo, pero no se me ocurre otra forma de decirlo. Caminaron. Por eso no debes preocuparte, todo salió. A tropezones, pero salió. A mí, cariño, se me rompió algo. Aquí abajo, no quiero preocuparte, pero ya no tengo manera de ocultártelo. Un músculo o una parte del esqueleto, qué tenemos aquí, aquí en donde ya no está lo que estaba. ¿La vesícula? Tal vez. No sé. Lo médicos no dan, no dan. Que si esto, que si lo otro. Fue un dolor seco. Como un machetazo. De pronto ya no tenía nada, nada aquí abajo. ¿Cómo decirte…? Vacío. Revisaba tus notas, tus fotos y tus apuntes. Y así, en un segundo sentí el jalón; me desplomé. Desperté tarde, dicen que tres días más tarde. Y sola, todo estaba limpísimo, pulcro y sanitizado. Tus palabras, amor, tus palabras las repetía como ecos lejanos, como si las letras hablaran. Y tuvieran tu voz, tu voz cuando eras joven y guapo. Tu voz de clavel. Siempre te gustaron los claveles y las plumas. Y yo me las repetía una una, como si me las dijeras por primera vez, como en aquella vez. Claro que cuando desperté pregunté por ti, nombre y apellidos. Y número de seguridad social que ya me sabía de memoria. Fue cuando me recordaron que. Bueno, no quiero incomodarte. Me conecté para verte, tan apuesto, tan tú, amor, tan tú. Sí, lo sé. Lo sé. Acá tampoco hay buena señal. No digas nada, nada, sólo déjame verte, verte, aunque sea así. Aunque sea así. ¡Qué guapo! ¡No te sentó mal, después de todo! Perdona la facha, esta bata fue la única que encontré. Si un poco, dos tallas grande. No, no estoy llorando. Es que. Es que. Es una bobería, parezco muchacha. Quisiera decirte tantas cosas, tantas cosas. No tuvimos tiempo, y ahora menos. Quizá sea la última, mi vida. Al menos acá ya no habrá cómo. Te lo juro. Acá no hay manera. Dejé todo en orden, cada cual recibirá lo que dejaste. Sí. El perro con tu mamá y con tus libros, bueno, lo que pediste al pie de la letra. Muy en claro. Muy en claro. Ya no te veo, ni te escucho. ¿Y tú a mi? ¿Tu a mí? ¿Tú…? ¿Amor? …¿Cielo?

-Te quedaste congelada, Graciela, te quedaste congelada…

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