Confinamiento

¿En qué piensas? En que es tarde. Bueno. Ya sabes, ni tarde ni temprano. Tarde, sí. ¿Qué miras? El café, el humo del café. El cigarrillo. Testimonios de lo de antes, cuando. ¿Cuándo qué? No sé…cuando todo era normal. ¿Normal? ¿Qué era normal? Normal, pues. Estar. Salir. Medir los tiempos. El absurdo mirar al reloj y tener algo qué hacer. Siempre había algo qué hacer. ¿Hacer? Sí, hacer. La redacción. Revisar las notas. Preparar el desayuno. Leer el diario. La ducha, o el baño completo. Alistar la ropa. Vestirme. Caminar a la estación. Mirar el teléfono. El puto teléfono. Las juntas, las citas; la comida con los editores. Regresar a la redacción. Editar. Cenar. Leer y apagar la luz. Soñar. ¿Soñar? En serio: ¿soñar? Sí. Y cansado; hecho trizas. ¿Normal? Rutina, pues. Los fines de semana, los niños; qué grandes. La carne y las cervezas. Resúmenes de calificaciones y camaradería. El futbol de media tarde. Las librerías. Los conciertos. Los museos. Normal, sí. Normal. ¿Y ahora, ahora? Qué. Esta reliquia. Este abandono. Como migrante, pues: el río es se fue. ¿A dónde? No lo sé se fue. Se fue, como todo. Todo, y lo sabes. ¿Claro que lo sé? ¿Entonces para que preguntas? Desde luego, para qué pregunto. Quiero saber, entenderlo. Ok. Ok. ¿Sientes algo, ahora, digamos, distinto? No. Ya no siento. Ya no pienso. Ya no siento desde entonces. El desempleo es una plaga; la forma de una cara. Una postura. Un silencioso e inaguantable acompañante. Debieran llamarlo hermano de la hipertensión. Leo a. ¿Lees? ¿A…? ¿A quién? Ya no sé. Tanto, y nada. Woolf, Jacobo Siruela, Steiner: Aristóteles, Schopenhauer, Nietzsche. Shakespeare. Vaya, nada nuevo. Nada nuevo. Todo es…viejo sí. ¿Te acuerdas de Tolstoi? ¿De aquel desdichado personaje de Dostoievski? No. Quizá. Desde luego. El café lo hace pasable este momento. Las noches no van bien. Insomnia. ¿En femenino? Es lo que queda; el único perfume. Aunque tampoco, no es dulce ni fresca. Insomnia. ¿Sientes…pena…desánimo…impotencia…dolor…coraje…frustración? Todo y nada. Nada. Veo pasar las horas. Pero, de verdad, no pasan. Son fantasmas; ni ruido hacen. Están, míralas, ahora ya es tarde. O temprano; ya ni sé. Ya pasaron muchas, muchas mientras escribo y te escuchó y respondo. ¿En dónde están? Cómo voy a saberlo. Aquí -quizá- en el comedor de mis padres o en la sala hace rato mientras miraba el televisor. Antes, no mucho, en el sanitario y en el espejo. Se oyen voces. Afuera o a dentro. No sé qué decirte. No puedo explicarte. No digas nada, nada: el silencio es ruido y furia. No Faulkner; menos Joyce.¿Las escuchas ahora? ¿A quiénes? A las horas. Sí. Hace no mucho. Y al rato. Y después. Vendrán. Como las gotas, vendrán. Una a una. Idas, como los días. Como aquellos en los que. ¿Se irán? ¿A dónde? A donde van las manecillas perdidas. Lejos, lejos. O, no. Se quedarán y se perderán en esta casa que desde hace mucho es el mundo. ¿El mundo? Ya no tienes mundo; te has ido para siempre, para siempre. Ya eres frío. La tristeza te cubre las mejillas. Te apagaron los ojos. Por fin. ¿Por fin? Sí. Ya. Descansa. Nada puedes hacer, estás confinado para siempre. Ya no hay perdón. ¿Perdón? Ni pena. Ya no sientes pena. Ni deuda. Deuda. No, ya no. Ya. Ya no. Aquí están. ¿Las voces? No: las horas. ¿Dónde? Allá. En Berlín. ¿Todas? No, las de aquí. ¿Las de aquí? Bueno, ya se oyen en Berlín. Berlín. Tampoco, no insistas, tampoco estás en Berlín. Ni en Grecia. Ni en Londres. Estás confinado. Ya pasó. Ya, pasó. Y recuerdo ahora cuando estuve en Berlín a estas horas. ¿Tan tarde? En Friederichstrasse. Y en la Puerta de Brandeburgo. Solo. Ya solo. Ya no hay nadie. Ya es tarde. ¿O temprano? ¿La ves? No. Al rato, cuando duerma. Ya dormido, o antes, las veré: una a una, como gotas. Berlin. No antes. No después. Ya es normal. ¿Normal? Sí. Desde no hace mucho lo es. Sólo escribo para matar el tiempo (una línea, espacio, dedo; ojos, dos, dedos, espacio, ojos: ya no tengo ni dedos ni ojos, tres, aparte, mayúscula, sujeto-verbo-predicado; escribo pero ya no, ya no). Las horas, cuando pasan las voces de la noche. Motocicleta. ¿Qué piensas? Nada. Te dije que no pienso, que no siento, no adivino. Pasos, se oyen pasos. Otra motocicleta. Pasos. Horas. Confinamiento, le llaman, ya no desesperes: toda espera es inútil. ¿O esperas a alguien? No. Ya nadie viene. Menos de noche. Tampoco en Berlín. Siempre estoy solo en Berlín. Ya lo veo. ¿Lo ves? Qué ves? El espejo. Insomnia. Veo lo que viene. Mi barba creció, encaneció. Apenas horas algo se rompió. ¿Quien me cerró los ojos, miró Berlín en mi retina? No lo sé. Ya nadie lo sabrá. Anda, termina. Ya. ¿Ya? Listo. Dije listo.

¿Me escuchas? Sí. Te escucho. El poeta ha pagado La Barca. Ya no es necesario…ya no contagias. Tampoco a las voces de las horas…

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